Instintos latentes

Esa mañana Enzo se despertó sobresaltado y transpirado, tambaleante se dirigió al baño, aún en su mente vagaban esas imágenes de su sueño, solo podía recordar su incontrolable sed, sus manos manchadas de sangre. Se tiró un poco de agua en la cara para deshacerse de esos pensamientos y por primera vez en el día se miró al espejo. Una sombra oscura rodeaba el contorno de sus ojos y su piel estaba pálida. Paso sus dedos por su pelo con fuerza, repleto de furia, no podia ser lo que estaba pensando, luego miro sus manos, sus uñas, estaban negras como si hubiera estado trabajando la tierra, pero el olor lo hizo darse cuenta de que no era tierra; tomo el cepillo y se fregó las manos hasta casi sacarse una capa de piel. La imagen de su amigo Hugo le vino a la mente, recordaba la salida de anoche, el bar, la cerveza, las camareras, recordó que ni probó su cerveza y se la dio a su amigo. Algo lo transporto nuevamente a ese lugar y a esa situación.
Hugo tomaba su sexta cerveza, Enzo no habia probado ni una, su amigo ya no podia ponerse de pie y en uno de esos intentos rompio uno de los chops y se corto la mano. Enzo pidio un repasador a la camarera para llevarlo al hospital más cercano, de repente comenzo a sentir mucha sed, tanta que el escozor de su garganta no lo dejaba respirar. Tuvo que detener el auto en la mitad de la ruta, el olor no lo dejaba concentrarse. Luego vio los ojos de su amigo llenos de pavor mientras intentaba ubicar el picaporte de la puerta “¿qué carajo tenes en los ojos, Enzo?”, le escucho decir y al rato lo vio adentrarse en el bosque. Enzo salio del auto para buscarlo y ahí el recuerdo se terminaba.
Enzo cerro su mano en un puño y golpeo un costado del lavabo, este se rompio en pedazos, pero Enzo no sangró.
A los pocos minutos sintió un aroma tan dulce que le hizo quemar la garganta, luego el timbre sonó. Una mujer de pelo rojizo aguardaba impaciente detrás de la puerta. Abrió la puerta aun sabiendo que era ella.
- Victoria, te dije que no vinieras más
- Pero te dije que no puedo estar alejada de vos, no me podes hacer esto… - ella se acercó unos pasos hacia él pero Enzo retrocedió, ella alcanzó a tocar su mejilla con la punta de sus dedos, él sintió algo parecido a un estremecimiento, pero hacia bastante tiempo que el unico sentimiento que dominaba la mente de Enzo era la sed. Victoria se acercó aún más, pero esta vez no pudo dominar sus instintos, ella siguió acercándose hasta hacer algo que no debía hacer sabiendo que clase de ser estaba entre sus brazos. La nariz de Enzo estaba peligrosamente cerca de la cabellera de Victoria, inspiro fuerte, pero ella no lo notó, solo se quedó ahí, en el pequeño refugio que creía le daban los brazos de la persona que más amó en su vida. Sintió como de a poco la piel blanca empezaba a hervir, sintió el corazón de ella latir cada vez más fuerte, bombeando sangre a cada vena y arteria de su cuerpo, sentía como fluía dentro de Victoria.
Enzo se apartó de golpe, ella lo miraba desconcertada.
- No quiero lastimarte – le dijo y salió corriendo dejándola sola en el departamento.
Entonces subió a su auto, no pretendía ir a ningun lugar, solo quería alejarse de ese olor que tenia impregnado en su nariz. Manejó sin rumbo hasta que algo lo hizo detenerse, unas huellas en el sendero que conducía al bosque, salio del coche y empezo a correr, pasando por encima de cada rastro en el suelo y en las ramas. El olor era cada vez mas fuerte. Una vez que llego al corazon del bosque encontro en el suelo el trapo que habia usado Hugo para cubrir su herida. Hizo unos pasos mas hasta encontrarse con el cuerpo de su amigo, lleno de mordidas, no pudo evitar gritar y dejarse caer al suelo, a pesar de que ya estaba seguro de lo que habia pasado.
Permaneció alli hasta que el sol quedo completamente oculto, el olor a sangre volvió a picarle la garganta, ya no era dueño de sus instintos cuando sintió de nuevo ese aroma, cuando escucho en la ruta un freno de mano, cuando la esencia de Victoria se acercaba cada vez mas y ella bajaba del auto, a escasos pasos de él. Victoria ahogo su voz en un grito al ver el cuerpo hecho pedazos de Hugo; pero algo en Enzo la hizo parar, estaba como hipnotizada, él se acercó como si estuviera flotando, con una sed que le quemaba la garganta. “Te dije que no quería lastimarte… no tendrías que haber venido”, le dijo mientras que con un dedo acariciaba lentamente su cuello, pero Victoria no podia moverse, cada centímetro de su cuerpo y de su mente le decían que tenia que huir de alli, pero algo en su voz, en sus caricias la detuvo y cerro los ojos entregándose por completo. Enzo beso su cuello varias veces, sintiendo en sus labios la sangre fluyendo en la yugular de Victoria, ya no pudo resistir más cuando finalmente clavó sus filosos dientes en su cuello.

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